DERECHO A UN CIELO PURO

DERECHO A UN CIELO PURO
Desde que el hombre es hombre, se ha maravillado con la visión de un cielo estrellado, incluso lo ha utilizado para su propio beneficio, para orientarse, para alimentar mitos y leyendas, para la astrología y la astronomía, para la agricultura e incluso se ha inspirado en él para contar historias de amor , también la literatura, pero cada vez es más difícil observar un cielo limpio a no ser que nos alejemos de las zonas urbanas iluminadas (de noche), cada vez más numerosas.
El Cinturón de Orión, el Camino de Santiago (Vía Láctea), el Carro (Osa Mayor), las Pléyades (o cabrillas), son escenas que antes se veían en el cielo, y que hoy a nuestros jóvenes, les resultan extrañas, sencillamente porque cada vez es más difícil verlas en los cielos urbanos.
Estamos hablando de la CONTAMINACIÓN LUMÍNICA, es decir el brillo o resplandor de luz artificial en el cielo nocturno, como consecuencia de una mala planificación urbana, ya que lo que se debe iluminar se encuentra en el suelo, no en el cielo, este tiene “luz propia”, gracias.
La culpa de la iluminación del cielo, la tienen varios agentes, como el alumbrado en cascos urbanos de pueblos y ciudades, alumbrado de caminos y carreteras (de importancia para la seguridad vial), alumbrado privado de fachadas, terrazas, etc., y alumbrados especiales en monumentos, responsabilidad de ayuntamientos, de las diputaciones provinciales, administración estatal, comunidades autónomas, y nosotros y nosotras como individuos privados/as.
Esta mala iluminación terrestre, que afecta a la innecesaria iluminación del cielo, ocasiona varios problemas:
  • De tipo ambiental: alto consumo energético (¡para iluminar nubes y estrellas!), y alteración de ecosistemas y de formas de vida con costumbres y hábitos nocturnos (murciélagos, aves, insectos, peces).
  • De tipo económico: el elevadísimo coste que para las administraciones supone la factura energética que se destina al alumbrado público.
  • De seguridad: deslumbramientos a peatones y vehículos, en zonas mal y “sobreiluminadas”.
  • De tipo social y cultural: como la desaparición del paisaje nocturno, la intromisión lumínica es decir, aquella luz indeseable que desde el exterior, penetra en nuestras casas, y la imposibilidad en muchas zonas de realizar observaciones astronómicas.
Pero todo esto se puede solucionar, evitando la emisión de luz al cielo, centrándose de modo eficiente en el objeto que queremos iluminar, reducir a medianoche la iluminación pública a los niveles necesarios para la seguridad, utilización adecuada de farolas (luminarias), para que estas iluminen al suelo, no al cielo, campañas divulgativas como las realizadas por la Sociedad astronómica Granadina (Cielo Oscuro), etc.
Si conseguimos reducir la contaminación lumínica, disminuiremos el consumo energético, protegeremos el medioambiente nocturno, reduciremos los deslumbramientos mejorando con ello la seguridad vial, permitiremos la observación astronómica y cumpliremos lo que pide la UNESCO en la declaración universal de derechos de las generaciones futuras, “Las personas de las generaciones futuras tiene derecho a una Tierra indemne y no contaminada, incluyendo el derecho a un cielo puro”.
Nuestros hijos, podrán mirar el cielo, de noche, y ver estrellas, la Vía Láctea, las lluvias de estrellas, disfrutar de un cielo iluminado por el propio cielo, y podremos contarles aquellas viejas historias de cómo los marineros buscaban la estrella polar para orientarse en la mar, como la Semana Santa, tiene que ver con la Luna, como los signos del zodiaco, están basados en estrellas, o jugar a encontrar la Osa Mayor.

Juan Fernando Cañadas Caldito