SALVEMOS LA VEGA

SALVEMOS LA VEGA
“Fundamental en nuestro pasado, importante nuestro presente y la vida en nuestro futuro”

            En el fondo de una gran depresión, llamada del Genil o de Granada, nos encontramos con la Vega, motor socio-económico y ecológico de los pueblos que forman su entorno y de la capital granadina. Su enorme disponibilidad de agua, sus suelos profundos y fértiles y su topografía, prácticamente llana, han hecho que todas las civilizaciones que poblaron estas tierras, la consideraran, la cuidaran y mejoraran, en pos de la obtención de un sistema agrario y medioambiental de una riqueza prácticamente inagotable.
            Se trata de una depresión, formada desde tiempos pretéritos (Mioceno), como una importantísima llanura aluvial (arcillas, arenas y gravas), por la inundación de la red fluvial que vertía a la Vega.
            Importante también es, su clima, ya que sufre un efecto de aislamiento por la altura de las montañas que la rodean, que unido a su propia altura (algo más de 600 m. sobre el nivel del mar), provoca que estemos hablando de un clima continentalizado, caracterizado por inviernos fríos y prolongados, primaveras templadas, con frecuentes heladas similares al otoño y veranos calurosos y largos. Si bien las precipitaciones son más características de un clima mediterráneo, con grandes fluctuaciones en el régimen pluviométrico a lo largo del año.
            Si por algo se ha caracterizado la Vega, ha sido por su aprovechamiento desde tiempo inmemorial a cargo del hombre, (restos del Hombre Neantherthal, en Píñar) de la agricultura de regadío. Pero fueron los musulmanes los responsables de su configuración, desarrollo y extensión, con un sistema de acequias que todavía perdura (con sus modificaciones), basadas en la Acequia Gorda, Arabuleila y Tarramonta, con aguas procedentes del Genil, además del agua procedente de los ríos Monachil y Dílar, que riegan también amplias zonas de la Vega. Esta estructura de regadío se completa con la Acequia Aynadamar, procedente de Fuente Grande (Alfacar).
            De estas acequias principales surgen infinidad de ramales que conforman un denso entramado acuático, con cursos de agua de desigual importancia, que van bañando las diferentes morfologías parcelarias de la Vega.
            Ya en el siglo XX, la Vega sufre modificaciones, con actuaciones de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, que hacen aumentar el número de hectáreas dedicadas al regadío, tales como fue la construcción del Pantano del Cubillas (1956), el de Cacín, el de Canales, el de Quéntar y la regulación en los años 90, del cauce del río Colomera y del río Velillos.
            Otro de los pilares de la Vega es el acuífero del mismo nombre, que se extiende a ambas márgenes del río Genil, sobre los depósitos aluviales del mismo río y de sus afluentes, con unas dimensiones espectaculares y capaz de almacenar 1500Hm3, su uso ha sido desde siempre vital para el aprovechamiento de estas tierras, siempre han existido fuentes que afloraban en cualquier lugar, siempre se ha trabajado en su recarga (careos), incluso se ha drenado y desecado (en zonas pantanosas), con la realización de zanjas, llamadas “madres” por cuyo fondo se evacuaban las aguas del acuífero, además se conservan más de mil pozos artesanales. Pues bien, todas estas labores nunca supusieron una extracción cuantitativamente significativa. Pero desde la década de los 90, el bombeo cada vez a menor profundidad de las aguas del acuífero y el espectacular crecimiento urbanístico del área metropolitana de Granada, han terminado por alterar y disminuir de forma cuantitativamente importante su régimen de recarga, con la consiguiente desaparición de fuentes, pozos y manantiales, incrementando además la contaminación del propio acuífero.
            Por ello se han llevado a cabo varios proyectos para Salvar La Vega, por parte de diversos colectivos e instituciones, con el propósito de integrarla en el Patrimonio Histórico Andaluz basándose en una serie de valores tanto naturales como culturales, entre ellos, los ríos que la conforman, la fertilidad de sus suelos, la diversidad arbórea, antiguas azucareras, la red hidráulica, restos arqueológicos,  diferentes Bienes de Interés Comunitario, la arquitectura agrícola y rural, las actividades, usos y técnicas de la explotación agraria, que entre otros muchos factores hacen de la Vega un conjunto inolvidable, increíble. Pero que sufre los rigores de la proximidad de la capital y que está siendo absorbida por las aglomeraciones urbanas de los municipios que la conforman.
            Desde estas líneas me adhiero a estas intenciones, y les propongo consultar la página web www.vegadegranada.es, para el mejor conocimiento de este propósito, que debe ser el de todos: SALVEMOS LA VEGA.